Ser número uno en el deporte y en cualquier actividad de la vida es muy difícil. Está al alcance de muy pocos y requiere tener un equilibrio entre lo físico y lo psicológico. En el fútbol no se nace, se hace. Perfeccionando sus movimientos, cualidades y aptitudes físicas. Pero también las cognitivas, focalizando la atención en el balón, calculando la trayectoria del disparo, la fuerza con que impactará en sus manos o intuyendo la anticipación, de tal forma que automatizara los esquemas de su aprendizaje.
Y este aprendizaje le dará confianza en sí mismo y en sus capacidades, desarrollando una gran autoconfianza para afrontar con éxito cualquier situación, emergiendo de su interior conceptos como, ‘concéntrate’, ‘tranquilo’, ‘voy a darlo todo’, ‘puedes hacerlo’, que afianzan su autocontrol ante situaciones de alta intensidad. Casillas es un número uno. Y no es fácil ser el número uno del mundo. Y si lo es, será por algo. Su presencia entre los tres palos provoca seguridad en sus compañeros. No precisa de grandes intervenciones como otros guardametas. Es intuitivo (circunstancia cognitiva con la que se nace) y está siempre colocado en la mejor posición. No sale mucho de puños, pero está donde remata el delantero. Interviene poco en el juego, pero siempre con acierto.
Dicen que tiene flor. No sé qué será, sólo veo su acierto y seguridad. ¿Tenemos tantos números unos del mundo como para cuestionar a los que llegan a serlo? Si los dirigentes quieren sobreestimular a un jugador y no aciertan en el estímulo, pueden dañar la autoconfianza con lo que harán peligrar el liderazgo, la capacidad y calidad del jugador. Dejará de ser un número uno. Sean sensatos y no permitan que las circunstancias extradeportivas influyan en la autoconfianza de este gran portero y terminemos por perder a un número uno en la mejor edad para continuar siéndolo.
Consulta el artículo en el Diario AS: http://opinion.as.com/opinion/2013/10/04/portada/1380839598_986849.html
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