Nuestro psicólogo analiza qué es, en qué consiste y cómo nos afecta la pandemia al estado anímico y cómo podemos hacer para combatir este desgaste emocional que sufrimos.
La situación de pandemia no es un sprint, sino un maratón. Y en este maratón no podemos abandonar, así que se suma al agotamiento, la sensación de desesperación, y la incertidumbre ante la sensación de ausencia de control. Nos sentimos quemados, pero con más margen de control del que muchas veces nos empeñamos en creer.
Como en un maratón es fácil centrarse en el malestar, desesperarse al no ver el final, y acabar sumidos, sin darnos cuenta, en disforia. Inevitablemente la pandemia tendrá un fin (otros países lo han conseguido). El objetivo es, mientras tanto, no contribuir cada uno a una pérdida en nuestra calidad de vida individual, y al mismo tiempo, hacer por tener la mejor posible dentro de la situación.
No queda otra que adaptarse, que es nuestra especialidad como humanos. Trabajar desde casa o mantener distancia no significa estar solos. Las alternativas pueden parecernos que «se quedan cortas», pero lo relevante no es que se nos antojen perfectas (no lo serán), sino que cumplan su función, que es aliviar nuestro estado de distrés, y propiciar bienestar.
Antes de la pandemia, teníamos unas rutinas sociales (quedar los viernes con X, Z, e Y al salir del trabajo, salir a caminar los sábados con W, desayunar el domingo con H…). Adaptarse, en este caso implica la actitud resolutiva de «¿Cómo puedo ingeniármelas para hacer tal o cual cosa dentro de las limitaciones que hay?». Es un reto de ingenio.
Planificar tiende a lograr más resultados que improvisar, por eso es conveniente identificar qué se ha dejado de hacer, e idear «el sucedáneo» a través del establecimiento (por escrito) de rutinas sencillas, fáciles de hacer, poco laboriosas, y de frecuencia variable, como por ejemplo:
- –Pensar por adelantado llamadas y videollamadas de la semana, (a quién, a qué hora, durante cuánto tiempo, para hablar de qué, o hacer qué -brunch online, partida online, etc.-, con qué frecuencia…), tanto a quien me apetezca, como también a quien no tanto (esas llamadas al tío/primo/amigo especialmente aburrido que no calla, o a compañeros de trabajo para comentar la jornada y actualizarse).
- –Programarse actividades en casa específicas para rebajar el distrés. No importa en este caso la fuente, si es la pandemia, u otra cosa. Lo importante es que hay estrategias que lo alivian. Rutinas de aseo, de alimentación, dedicar 2 ó 3 minutos a entrenar alguna técnica de relajación, hacer 10 sentadillas, 10 flexiones, y saltar 5 minutos a la comba, o llevar un registro de éxitos o ideas positivas, no resulta complejo y marcará una diferencia apreciable a corto plazo.
- –Buscar ayuda. Apoyarse en otros, pedir consejo (¿Qué hacen o no hacen los demás para tal o cual cosa?), ideas, buscar lecturas, blogs, vídeos, podcast, etc, enfocados al problema concreto.
- –Llevar un diario, como desahogo, reflexión, o como forma de mantenerse centrado y objetivo. Identificar las quejas, y darles una respuesta que sea realista y útil.
- –¿Falta el contacto físico? Pues habrá que compensarlo con otras formas de afecto, como verbalizaciones explícitas, o inclusive, tirar de otro recurso muy humano, la imaginación. Seguro que es capaz de cerrar los ojos e imaginar muy vívidamente el tacto, calor, y olor de esa persona. Piense que antes, aunque lo tenía, no estaba en perpetuo abrazo. Se echa de menos, pero volverá, y quizá, ahora, realmente dicen más las palabras que los gestos. Al final, no quiero a mi amigo porque da buenos abrazos, sino porque charla conmigo, me aconseja, me hace reír, nos contamos batallitas…
Pedir ayuda no es ser débil, es justamente, hacerse cargo de la situación y poner el primer paso para solucionarla. ¿Quieres que te atienda nuestro equipo psicológico?
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